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Artículos

Lo narcisístico, lo inconsciente y lo pulsional

Conferencia

Fecha de puesta en línea Sábado 2 de abril de 2005

Autor o autora : Carlos BERMEJO Mozas

Palabras clave : ,

Texto presentado en el espacio «Modernidad femenina y psicoanálisis», Seminario en Barcelona dirigido por Rhitée Cevasco.

Introducción

Punto uno: Freud

Quisiera primero hacer unas reflexiones sobre el Edipo, la castración y la pulsión. El Edipo, en Freud, es un mito; la castración no lo es, y la pulsión vuelve a ser un mito. El Edipo podemos situarlo en 1910, en un artículo “Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre”, continua en Tótem y tabú, La organización genital infantil y otros muchos como La feminidad, etc. De la castración, de momento, no voy a hablar, y sobre la pulsión tenemos Tres ensayos..., Las pulsiones y sus vicisitudes, La denegación, Más allá del principio del placer, etc.

Freud abordaba los problemas siempre desde tres puntos de vista: el dinámico, el estructural, que denomina tópicas, y el económico, al que hoy denominaríamos del goce. No entramos en el dinámico y sí en el tópico. Freud tiene la tópica del narcisismo elaborada en un esbozo en El proyecto ... para neurólogos y en Introducción al narcisismo del año 1914. Por otro lado la tópica del inconsciente tiene una serie de artículos mucho más larga. Empieza con La interpretación de los sueños, continúa con El chiste y su relación con el inconsciente y con Psicopatología de la vida cotidiana. Sobre el año 1914, nos da una cierta dinámica en los dos artículos “Lo inconsciente” y “La represión”. En cambio, la cuestión de la pulsión que vamos a denominar la tópica del goce, la aborda de una forma no-tópica, sino desde un punto de vista energético, cosa que sabemos que le llevó a un atasco, igual que a Lacan en el Seminario XI con cálculo de flujos atravesando superficies. Lo hace Freud en dos artículos fundamentales: El problema económico del masoquismo y Más allá del principio del placer, donde introduce la pulsión de muerte, es decir, una cierta tópica de las pulsiones, pero sigue sin salir del mito pulsional.

Estos tres aspectos: lo narcisístico, lo inconsciente y lo pulsional, en Freud intentan juntarse o articularse en tres artículos difíciles: Duelo y melancolía, Psicología de las masas y análisis del yo y El yo y el ello. En ellos se mezclan aspectos de lo narcisístico, de lo inconsciente y de lo pulsional, amén de estructurarse la segunda tópica que Lacan prefiere denominar “estallido del sujeto”. Pero no consigue dar una articulación completa de las tres tópicas y su dinámica.

Punto dos: Lacan

Lacan relee todo esto y sitúa el narcisismo dentro de una tópica especial que denomina tópica de lo imaginario. Por otro lado, relee la tópica del inconsciente girando su orden entre la percepción y el preconsciente, pero además introduciendo la estructura de lenguaje que le lleva al significante y al significado. Al final de su obra aborda lo que denominó “la tópica del goce”, que quizá sería mejor denominar “el litoral” más que una tópica dentro de la cual están las fórmulas de la sexuación. Y entonces va a intentar, cuado ya las tiene, una articulación de la tres en una sola “estructura espacial”. Pero lo va a hacer manteniendo y, sobre todo, preservando lo que había denominado el universo de la falta: falta que en cada registro tomará forma distinta. Además debe haber en cada uno de ellos un elemento, significante u objeto o imagen que nos permita situarla, ya que no es lo mismo la falta (denominada después “agujero” en cada registro), que su simbolización o su imaginarización o significación en cada uno de ellos.

Las tópicas
El espejo (imaginario sobre real)

Los elementos son las imágenes que entre sí están fragmentadas; es su falta estructural, es decir, que no están articuladas entre sí por ninguna lógica; ésta la aportará el espejo. Por eso debe haber una imago del cuerpo propio que haga de aglutinador o núcleo. De ahí que aparezca siempre la tensión del fantasma imaginario del cuerpo despedazado. Ahora bien, el narcisismo no es sólo las imágenes y la imago corporal, sino que supone introducir algo más que es el falo imaginario. Más tarde añade un segundo objeto denominado el petit “a”. Resumiendo mucho, es i(a) + ?, de tal manera que en el espejo i’(a) + ?, por tener ? la orientación perpendicular al espejo con sentidos contrarios en los dos casos, permita que las dos imágenes juntas sean especulares, es decir, distintas en la orientación. En consecuencia, no se efectúa la regresión a la fase del espejo, donde lo especular (en el sentido de imagen en el espejo) sea no-especular y por tanto paranoico, mortífero y agresivo.

Sabemos que mientras un psicótico está identificado con ese falo no regresa a esa fase aunque no tenga el falo simbólico. Por eso, en Freud la castración, -?, que simboliza la falta como un agujero en medio de las imágenes, siempre representó un ataque al narcisismo. Evidentemente, nada de esto se sostendría sin el significante del otro registro; de ahí que en el espejo se necesite también el tercer registro simbólico.

Clínicamente sabemos que los sujetos psicóticos, cuando caen de dicha identificación, tienen una pérdida de realidad y ésta pasa a estar sostenida por el trastorno narcisista, de ahí que el yo se haga maníaco y pase de perder el mundo a incluirlo todo. Es decir, si no hay fantasma, la realidad se sostiene de dicho narcisismo, lo que nos explica muchas de las anorexias actuales, y además estará luego la tentativa de reconstrucción que conocemos.

Esto no le pasa al neurótico porque tiene otro tipo de objeto, que en este caso no quedará extraído de la realidad: el objeto petit “a”, que, sostenido por el fantasma, efectuará un sostenimiento del narcisismo. Les recuerdo el enfoque de las flores en el “Informe sobre ...Daniel Lagache” y “la prueba por el objeto ‘a’ en el Seminario XI”. Lacan no va a basar el narcisismo, o su primera etapa autoerótica, como Freud, en el falo imaginario, porque sabe que eso va a caer tarde o temprano. Entonces la no-vuelta al estadio del espejo está asegurada por una imagen especial que recubre el objeto causa del deseo del fantasma.

¿Qué son estos objetos? Un tipo especial de imágenes denominadas no-especulares, es decir, imágenes de objetos cuya imagen real no puede diferenciarse de su imagen virtual en nada, ni en la orientación. Recordamos que hablamos de objetos que ocupen espacio tridimensional, no como i(a), que no lo ocupa y que por eso es no-especular, pero, como no aporta tridimensionalidad, no sirve para el narcisismo. El espacio libidinal: sabemos que envuelve al cuerpo traspasándole.

La diferencia en la orientación permite que el otro sea distinto al yo y que pueda darse la identificación al yo-ideal. Entonces i’(a), envuelto o cosido por el borde con “a”, sí que es especularizable en tanto mantiene dos orientaciones distintas entre la imagen real y la virtual. No explicaré ahora por qué, pero les remito a la inmersión del plano proyectivo en forma de cross-cap. Cuando como en “Duelo y melancolía” esto no es así y la sombra del objeto cae sobre el yo, de manera que el objeto no se articule con él, entonces vemos al yo intentando asimilar el objeto extraído de la realidad mediante los lenguajes pulsionales, y eso se ve muy bien cuando es el objeto oral en las anorexias maníaco-depresivas, muy habitualmente confundidas con histeria por el hecho de no sufrir trastornos del lenguaje.

El Inconsciente (simbólico sobre real)

Los elementos son significantes, diferenciados poco a poco en dos tipos S1 que serán los antiguos significantes denominados en “Subversión del sujeto...” ‘términos de pulsión’ y S2 denominados ‘Saber’ del Inconsciente, significantes que en un punto deben copular. Estos significantes deben aplicar sobre otra cadena obteniendo el significado y el resto “a” causa del deseo. Saben que en cada operación significante va a quedar este resto insignificantizable que Lacan al principio representaba mediante dos tipos de signos (del lógico Peirce): ‘índices’ y más tarde ‘emblemas’. Es un vacío en el núcleo de los significantes y del significado, la imposibilidad de sincronizarse el significante y el significado, la imposibilidad de la identidad de percepción en Freud, de ahí que Lacan lo grafique mediante un toro, de manera que el “fuera” de los círculos del significante en la demanda sea el agujero tórico, y que los círculos que lo ciernen sean entonces los del deseo.

Vacío en toda demanda, a ese resto de las operaciones significantes es al que el objeto petit “a” de lo imaginario pone imagen, pues en el fantasma ese objeto tiene una cara imaginaria que ya hemos visto. Esto supone estar en la neurosis o en la perversión, lo que implica que dentro del sistema significante, dentro del Otro de la palabra, esté el falo ? simbólico reprimido: la Verdrängung fálica. Este falo ahí reprimido hace que el Otro pueda funcionar como un metalenguaje, es decir, tomar sus propias significaciones y volverlas a significar, pero sin serlo, pues falla, que es lo que nos indica S(?), punto en el que metalenguaje y lenguaje se confunden.

La falta estructural en el registro del Inconsciente es que el Otro está barrado, pero hay que significarla con un significante “de una falta en el Otro” y esto es lo que permite que se estructure un fantasma en forma de plano proyectivo que articula la realidad y que no sea sólo el narcisismo estirado en el esquema I. Ese plano proyectivo permite que “dentro” y “fuera” estén en continuidad, ya que su inmersión en el espejo produce el cross-cap que, por ser unilátero, es decir, in-orientable, pone en continuidad (en los atravesamientos por la zona singular de la raya de autoatravesamiento) “dentro” con “fuera”.

Volviendo a nuestro ejemplo, el de las anorexias maníaco-depresivas, éste nos enseña a entender y diferenciar cuándo se trata de histeria o de psicosis. En la segunda, el cuerpo imaginario es como un tubo que pone en relación el interior y el exterior, de ahí que no se pueda retener nada. Lo íntimo y lo exterior no pueden ser lo éxtimo; mientras que cuando sí que está el plano proyectivo, entonces el objeto puede quedar en el interior del sujeto, ya que el objeto en el fantasma tiene una imagen y no sólo es cernido como el vacío del agujero tórico.

Dicho de otra manera, si sólo se funciona con el toro de la demanda y el deseo no hay manera, debe estar el plano proyectivo permitiendo el corte inverso (el que Lacan sitúa en L’étourdit). Tenemos así la segunda cara del objeto: la causa del deseo como recorte del plano proyectivo sobre el toro, operación denominada también involución significante.

Si el falo está forcluido, entonces ya no sólo tenemos, como en el caso de forclusión del S(?), la psicosis maníaco-depresiva, si fuese el caso, sino que tenemos el desbarajuste entre el significante y el significado que produce la paranoia que deja al sujeto atrapado en la creencia. Ahora bien, recuerden la fórmula de la metáfora paterna: NP está fuera del Otro metaforizándolo, eso supone un cierto Otro del Otro, es decir, que la ley se le imponga al Otro. Aspecto que Lacan deberá corregir cuando el nombre del padre ya no será un significante, y el falo, como semblante, será uno de sus nombres.

Del goce

Vamos a deshacernos del mito de la pulsión y sustituirlo por una estructura de lógica escrita. En Freud, la pulsión tenía un recorrido hacia una meta con un empuje, pero además tenía un objeto y una zona erógena. Por otro lado, los representantes de la pulsión en el inconsciente eran dos: el afecto y el Vörstelung-raëprasentaz. Lacan, al primero, lo va a denominar lo afectado, es decir, afectado por ese resto del efecto significante, y al segundo lo va a situar del lado del Saber del Inconsciente y no de la pulsión. Es el cambio que hace para corregir a Freud y no caer en la contradicción de que se pueda reprimir la pulsión, cosa que ni Freud decía. Además inventará los significantes del recorrido, los significantes Uno que provienen de las marcas, de forma que así la pulsión represente, como significante, al sujeto para otro significante que no lo representa en ningún caso; es decir, que este segundo significante podrá representar al Saber del Inconsciente, el cual no tiene que provenir forzosamente de marcas, sino que puede proceder de imágenes pasadas a significantes, etc. La pulsión representa así al sujeto pero no tiene sujeto. Sólo el Inconsciente tiene sujeto, dividido, por supuesto; por eso el inconsciente y la pulsión no pueden ligarse por el sujeto, sino por el objeto, lo que supone que se haga por sus bordes. Son los discursos.

El afecto, en tanto pasa a ser lo afectado, permite dar a la pulsión un objeto, pero un objeto no del tipo energético, sino del tipo plus-valía producida por un recorrido. Es el plus-de-goce, elemento obtenido tras un trabajo de discurso. Entonces, fíjense que el mito del paso de lo orgánico a lo psíquico deviene un aparato de escritura modalizado: A) lo que se escribe que podrá devenir significante S1; B) lo que no se escribe mas que en sus litorales como letra será el plus-de-goce; C) lo que es imposible de escribir quedará como real. Hemos cambiado, pues, un mito por una aparato lógico de escritura. La pulsión pasa a ser lo necesario y no lo real, que queda como lo imposible; eso ha supuesto salir del modelo científico aristotélico. Por eso Lacan recurre a reformular su lógica.

El objeto queda dentro de lo simbólico, aunque no dentro del significante: estas letras están en el lenguaje, pero no del lado de la palabra como la significación fálica, sino del lado del lenguaje en su otra división: lo escrito. Insisto, estas letras como subconjuntos van a tener que ser recortadas en el espacio del Otro, pero visto como el Otro del goce y no el Otro de la palabra, lo que supone ver al Otro también como un espacio, un conjunto y sus subconjuntos, y no sólo como un sistema significante. Recortados esos objetos-letra en los límites de la significación fálica, si la hubiese, y si no hay que ver qué tipo de significación puede haber. Esto quiere decir que ni los significantes pulsionales, ni los objetos pulsionales están dados de entrada como la clínica de los autistas demuestra; deben ser construidos con alguna operación.

Recortar el objeto supone dividir a ese Otro en dos partes (separarlo): una parte densa que podrá ser significantizada, es decir, podrá devenir el significado (lo significantizable), y otra compacta (cuyo infinito será aleph1 no aleph0) que siempre quedará como un plus-de-goce. Entonces una cosa es el Otro y otra el Inconsciente. El Otro es un espacio, el Inconsciente aparece en los decires; requiere, pues, una dimensión temporal y una dialéctica. Y ahí vemos cómo, dependiendo de sí ese decir está en una fórmula de cuantificación del falo u otra, o en ninguna, serán distintas las diferentes posibilidades de recorte o añadido de letras.

Conclusión

Este plus-de-goce es el que la causa de deseo recubre fantasmáticamente, y así tenemos las tres caras del objeto. Objeto que denomina Lacan “abjeto” para que ninguna de sus caras pertenezca a ningún registro en particular. Es decir, que lo dicho hasta este momento hay que anudarlo, para que se articule a la vez, mediante unas operaciones de condensación especiales a las que Freud se refiere como primera identificación al padre o padres. Es así como este abjeto y sus tres caras viene a construirse. No quiero entrar en lo que se ha denominado forclusión generalizada, justamente porque no tiene en cuenta que se debe hacer esa operación teniendo en cuenta el registro imaginario, ya que de lo contrario no hay manera de construir ese objeto.

Pero lo más importante es que hemos unido las dos tópicas y el goce en una sola estructura, el triskel del nudo borromeo. En él las tópicas funcionan, y cada una de ellas tal como se habían definido de forma dualista, pero ahora vemos que siempre quedan atravesadas por otro registro.

En rojo lo simbólico, en negro lo real y en ocre lo imaginario.

Por ejemplo, la tópica del inconsciente, simbólico sobre real, está atravesada por el hilo narcisista, tal como Lacan lo situó en el esquema L. La tópica del espejo, en la que tenemos lo imaginario sobre lo real atravesado por el hilo simbólico, es decir, las imaginarizaciones de lo real están atravesadas por lo simbólico.

Además, en cada tópica vemos como en su vecindad está una de las caras del abjeto, pero siempre la que corresponde al registro que se atraviesa, es decir, la cara que no pertenece a los dos registros principales de la tópica. Esto ha hecho que fuese difícil seguir bien el trabajo de Lacan con respecto al objeto. Por ejemplo, en la tópica del espejo es la causa del deseo la que está actuando, y en la tópica del inconsciente es el objeto petit “a”. De igual forma en la tercera tópica, de la que no hemos hablado: la del sentido, simbólico sobre imaginario atravesado por lo real, el objeto es el plus-de-goce.

Fíjense que entonces no hay tópica del inconsciente sin su atravesamiento por lo imaginario: es el nudo que Lacan maneja en “Encore”, simbólico sobre real (o a la inversa), anudado por lo imaginario. De la misma forma no hay imaginarización de un real sin estar atravesado por un simbólico, no dominado como Lacan lo plantea al principio en la tópica del espejo.

Ahora pensemos las tópicas en sentido inverso, en la tópica del inconsciente en sentido inverso o escritura inversa que denominamos de lo real sobre lo simbólico: ésta está atravesada por lo imaginario. En ella tenemos la tópica de lo que se escribe o no se escribe. Por su parte, la tópica inversa a la del espejo, lo real sobre lo imaginario, está atravesada por lo simbólico; ésta es la que está tratando de elaborar Alberto Caballero. Tópica que quizá nos lleva a las realizaciones.

Vemos entonces cómo, según se mire el sentido de los hilos, tenemos distintos goces: de la significación fálica, narcisístico, de la escritura, o goce Otro, el sentido (y ¿uno más?).

En el goce que no hemos trabajado, el sentido, lo simbólico sobre lo imaginario atravesado por lo real, aparece la que sería la tercera tópica: tenemos un real que le atraviesa, hemos dicho, y que Lacan dice que está en la gramática, lo que nos reenvía al plus-de-goce en ‘lalengua’ que nos parece mucho mejor manera de abordar el tema que mediante ‘la fuga del sentido’. No ponemos más ejemplos porque son como mínimo 6 casos.

Para finalizar, nos insistimos en que no aplica bien el concepto de tópica al goce reservando, el concepto tópica para los posibles encuentros del nudo y sus goces sustitutivos del que “es preciso que no”. Creemos mucho más acertado hablar de “nudo del goce” que incluye tres tópicas: Inconsciente, espejo, sentido y sus respectivas inversas.

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